La adjetivación
y el colocar nombres y rótulos es una forma en que la humanidad se comunica,
esto no implica que sea malo o bueno en sí mismo, pero la etiqueta “mandarina”
es usada de manera despectiva y burlesca para describir el comportamiento de
algunos seres humanos hombres que deciden realizar actividades domésticas no
convencionales y que se “subordina al liderazgo o conducción del ser humano
mujer con el que forman una relación de pareja.
El ejercicio de
construir una relación de pareja es de dos personas que deciden, libre y
voluntariamente hacerlo, eso suena bien en teoría, pero hasta hoy el peso de lo
social y las creencias son las que más llevan a que las personas se unan y
luego esa unión en muchos caso lo conviertan en un campo de batalla, cosa que
es innecesaria aunque parezca naturalmente inevitable, se asigna un toque de
verdad al hecho de que sea el hombre quien dirija la relación, eso genera una
lucha de poder sobre los roles a ejercer en las actividades en el hogar e
incluso fuera de él. Las relaciones de pareja se ven contaminadas con más mitos
que realidades, al reconocerse cada ser humano como único y al formar una relación
con otro ser humano único, la relación entre ambos será única, pero por una
imposición social asignada y asumida se siguen patrones de las familias de
origen, así la corriente ancestral de ser aparentemente el hombre quien
“gobierna” en casa, si llega a ser ella quien asume el rol de gobierno, eso es
romper los formatos y el barrio se rebela contra el sujeto que está rompiendo
el esquema, la burla es la forma más común de violencia enmascara para defender
un modelo que no favorece a las relaciones afectivas y saludables de pareja.
Los acuerdos y
roles de pareja no los asigna la sociedad, eso lo deciden en la relación,
llegar a sumar dos autoestimas en una sola y rebelarse con amor frente a una carga
asignada a las relaciones en las que no es el amor entre ambos y el respeto
mutuo lo que se cultiva, sino otro tipo de “valores”, va siendo hora de que se deshereda al miedo
en los compromisos que se emprendan al decidirse en coconstruir una relación de
pareja, así no se verá afectada la estima del hombre que al adoptar los roles
que antes fueron tradicionales para ellas, sea menos masculino o su hombría sea
cuestionada, las decisiones en pareja no son un asunto de imposición, es de
compartir y llegar a acuerdos en los que no hay perdedores, es la suma de dos
buenas razones para que exista una tercera. La voz del miedo aun hace que se
burlen de quienes amando a sus parejas deciden compartir de manera diferente a
lo que comúnmente se había considerado los roles en la pareja, no se es más
hombre o más mujer si se es un manda más, se es más humano si se aprende a amar
a nuestras parejas como nos amamos a nosotros mismos.
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Autor: Gino Escobar Tobar
Contacto con el Autor:
Email: ginokevi@yahoo.com
Twitter: https://twitter.com/GINOBUDISTA
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