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LAS RABIETAS


LAS RABIETAS

Pueden considerarse que las típicas rabietas infantiles constituyen una de las primeras manifestaciones de ira que es capaz de exteriorizar el ser humano.


En el segundo año de vida, precisamente, es cuando el niño suele usar con más frecuencia este tipo de estallidos. En este periodo, es todavía incapaz de controlarse y sigue actuando como en su etapa de bebé, es decir, cuando manifestaba su desagrado ante eventuales estímulos no placenteros, como el hambre, el calor, el, frío o el sueño.
La rabieta es el comportamiento característico que surge en el infante cada vez que se ve rebasado su “umbral de tolerancia a las frustraciones” cuando desea hacer una cosa y el adulto se lo prohíbe o impide; cuando pide algo y se le niega; cuando llama a alguien y no acude. En estas y similares actuaciones se frustra y es en ese momento que surge la  famosa “pataleta” acompañada de fuertes llantos y revolcones en el suelo. 
Esto no quiere decir que es un intento por parte del niño de agredir o fastidiar a los mayores; está simplemente, expresando corporalmente lo que siente. Se trata por tanto, de una reacción primaria que más adelante irá aprendiendo a encauzar de una forma más aceptada socialmente.

¿Qué actitudes conviene tomar ante las rabietas?
Según diferentes estudios que han tratado específicamente el tema, señalan que los padres emplean una gran variedad de técnicas para calmar las rabietas del niño, por ejemplo: no hacerles el menor caso; suprimir la causa satisfaciendo su deseo, propinarle unos azotes en el trasero, distraer su atención, brindarle otro estimulo sustitutivo, etc.
Los métodos con los que se pueden conseguir mejores resultados serían, el segundo y los dos últimos: suprimir la causa, distraerle, y proporcionarle otra actividad.
Si suprimir la causa significa dejar que el niño se salga con la suya; hay que prever que las rabietas aparecerán con más frecuencia posteriormente, puesto que el niño lógicamente, no dejará de advertir que el mejor modo de conseguir lo que se le niega es poniendo en práctica este recurso útil, cosa que no dudará en hacer a la primera ocasión.
Así pues, se llega a la conclusión que distraerle y/o proporcionarle una actividad sustitutiva ha de ser el mejor método cuando el niño se encuentre en plena pataleta y lograr así conducirle de nuevo a la normalidad. Sin embargo, se debe tener en cuenta, que el control de los estadillos de ira en los niños solo es alcanzable si se sabe racionalizar su conducta y aceptarla con serenidad y tolerancia.
Cuando un niño al tener un determinado control, se encuentra una vez más como en todas las ocasiones anteriores, éste se le es negado o impedido, poco a poco va dejando de hacer su rabieta al comprender la inutilidad de la misma.
No significa que la actitud de los mayores deba ser rotundamente inflexible, pues a veces, hay que estar atentos de cuál sea la razón de las rabietas porque pueden estar justificadas por una necesidad real. Hay que tener en cuenta que, si esta inflexibilidad ha de existir, es debido precisamente a un reconocimiento de las exigencias madurativas del pequeño, pero nunca se justifica por la conveniencia o el ánimo momentáneo del adulto. 

Munaja te brinda los siguientes consejos: 
  • La mejor garantía del dominio de sí mismo, en el niño viene dada por el autodominio de los mayores-padres-familiares, maestros; ya que el pequeño está realizando todavía un aprendizaje de socialización y no es aún capaz de elaborar una conducta apropiada ante las circunstancias.
  • Ceder a una rabieta es abandonar el terreno para nuevas manifestaciones coléricas, la mejor actitud que pueden tomar los padres es proponer un estímulo sustitutivo.
  • Es importante  que las prohibiciones sean mantenidas con firmeza  afín de que el niño tenga posibilidad de aprender a través de la repetición.

Espero que les haya sido útil mi artículo, con mucho cariño, Mila Melo.
MUNAJA  está listo para recibirlos. 
























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