Esta idea,
campaña, modelo o forma de vida se inspira a partir de un proceso o recorrido
personal que me tomo 47 años, el haber nacido en una estructura familiar
percibida como violenta e insegura desde la asignación social de lo que
“debería” ser una familia funcional, además de las agresiones físicas y
sexuales de las que muchas personas pudiesen vivir, descubrí que la asignación
y aceptación de la etiqueta de victima desde lo psicológico y emocional a nivel
de autoestima, hace que se configure un proceso no necesariamente consciente
que genera en muchos casos de personas
agredidas de manera real, una víctima que busca desde el poder asignado a ese término
convertirse en su propio victimario a través de la auto victimización
recurrente y de un victimario hacia el resto de personas o de quienes evoquen
algunas de las características de quien le propicio la agresión de quien así lo
considero; No dejando de ser real el proceso de agresión pero si traduciendo
negativamente y por aprendizajes sociales las alertas en forma de: miedo,
culpa, vergüenza o demás sentimientos que son sostén de emociones no agradables
y que mantiene una herida psicológica abierta. Cabe aclarar por la tranquilidad
de todas las personas que trabajan en la protección de derechos de víctimas y más
del trabajo que se hace para erradicar la violencia hacia las mujeres y los
grupos vulnerables que esta propuesta no pretende soslayar o solapar las
agresiones y menos evitar las sanciones y responsabilidades de quienes agreden
a otras personas sea cual fuere la excusa que para eso se suponga tener.
Esto es más que
un enunciado teórico es un ejercicio de aplicación de vida para quienes en
algún trayecto de nuestra historia de vida sufrimos algún tipo de agresión, de cualquier tipo y de quien allá venido sea
desde nuestros padres o parientes muy cercanos, hasta algún extraño en la calle
o de las personas asignadas a educarnos o enseñarnos lecciones de vida como son
los líderes sociales.
No importa de
parte de quien venga la agresión, el convenirnos en víctima de esta agresión va
a depender de nosotros en la medida que logramos diferenciar y separar el
momento histórico en el que ocurrió y la posición de poder que queramos
otorgarle a quien ejecuto dicha agresión. Muchas niñas y niños reportan culpa
al evocar sus agresiones y esto contribuye a la re victimización por parte de
ellos mismo y el peso social de la palabra “victima” que le da una aparente
dosis de tranquilidad y que presupone social y jurídicamente la categoría de
vulnerabilidad ante el agresor, esto para fines legales es aparentemente
adecuado pero: ¿hasta cuando se carga con este proceso psicológico? es lo que
no se establece ni se logra detener, ya que el conseguir sanción para el
agresor desde la construcción de la víctima se vuelve un arma de doble filo. De
ahí que el reconocer que el agredido no es responsable por la ejecución de la
agresión es el primer gran paso para frenar el proceso de auto victimización.
La carga muy
pesada suele evadirse en estadios temporales de amnesia selectiva que permite
la sobrevivencia de quien sufre la agresión, pero las actitudes victimizantes y
de victimario al estar instaladas se manifiesta de múltiples maneras, suelen mutar en diversas expresiones que
movilizan emociones y generan diversos comportamientos acompañados de ejercicio
autodestructivos y de violencia de diversos matices hacia su alrededor, el
decirles “pobrecitas o pobrecitos” colabora al sostener los procesos de re
victimización por parte de las estructuras sociales o del sistema, el creerse
víctimas de la pobreza, victimas del consumismo, víctimas de sus compañero,
víctimas de la discriminación, víctimas de su propio éxito, etc. etc., es parte
de la colaboración de los sistemas sociales para que “sin querer queriendo”
sostener un proceso de victima que en muchos casos va forjando un victimario en
potencia. Esto no solo en el género masculino, sino en todo ser Humano que se
cree y crea su víctima.
En este proceso
dinámico y multidimensional el conseguir resultados desde el rol
autovictimizante y de la aparente compasión social, refuerza el no cambio de su
situación, la violencia como recurso se
incrementa y diversifica, ya que una víctima también adopta más fácilmente
conductas autodestructivas y adicciones que a la larga deterioran su vida
personal y sus relaciones sociales. También puede generarse una conducta
rescatadora y convertirse en una actitud obsesiva de querer salvar a los demás
de que no les ocurra lo que a si mismo les ocurrió, la realidad es que solo los
recursos son limitados y muchas veces en este ejercicio el desgaste es mayor,
adicional que muchas personas usan el vocablo de “sacrificio” como una forma de
sostener la auto victimización y le restan posibilidades a sus reales
capacidades y el esfuerzo utilizado por si, para sí y los demás; cambia en la
medida que cesa de sentirse sacrificado, esperando ser reconocido por ello y le
da valor a el esfuerzo realizado sin caer en el error de esperar reconocimiento
en la medida del esfuerzo realizado, ya que eso depende de la cualidad de quien
realiza el esfuerzo y de quien recibe el fruto de ello. El éxito de esto va a
radicar el cambio del discurso personal y de la traducción que le demos al
discurso social que recibimos, no esperemos que los demás lo cambie, somos
nosotros los que codificamos y decodificamos y resignificamos lo que creemos,
sentimos y vivimos.
Podría encontrar
muchos recursos para seguir en la construcción de escenarios victimizantes y
que sostenga el sufrimiento y la agonía a la que nos exponemos sosteniendo el sentir
de maneras reiteradas, lo que en el pasado fue la o las agresiones que vivimos,
y esto lo único que seguirá ocasionando es que nos distraigamos de que en el
presente ese repensar o resentir solo hace que sin darnos cuenta compartamos
los procesos de victimas en la victimización de las personas que nos rodean y
con excelentes argumentos que no permiten un cambio en el modelo social, nos
volvemos manipuladores y consentidores para sostener dichas actitudes. Solo
depende de nosotros el detenerlo y mejorarlo; pero parecería poco probable por
las reflexiones que escucho muy frecuentemente, al decir que: “el sistema es así”,
y enseguida refuto “si nosotros somos parte del sistema” y “somos quienes le asignamos
poder a dicho sistema” entonces es nuestra responsabilidad coconstruir un sistema sin víctimas
ni victimarios y la forma de lograrlo es
empezando con nosotros.
Pero de seguro
muchos que defiende su posición de poder otorgada por la victimización hará que
agredan o descalifiquen una propuesta que frene o cese la violencia manifiesta
en los sistemas sociales dominantes. De ahí que la intención no es atacar o
luchar contra el sistema o las personas de él, porque eso sería usar el mismo
argumento que creo las víctimas y victimarios, la idea es poder ayudarnos a descubrir
que la agresión es real, que el dolor es real, pero que el convertirnos en
victimas depende exclusivamente de nosotros el creernos y sostener la
victimización y la lástima que permite la limosna y falsa solidaridad es una
decisión muy personal, entender: ¿para qué nos sirve? Estar en la posición de víctimas
y que privilegios obtenemos, el entender cuántas veces desde esa posición
agredimos u ofendemos, convirtiéndonos en victimarios, justificando que lo
hacemos “porque así nos trató la vida” o “para que no nos vuelva a ocurrir”,
además si no estamos listos a abandonar esta posición no se sientan obligados
ni por mí ni por nadie. Solo es una invitación a reflexionar y no una verdad
que descalifique las suyas, si esto le ocasiona malestar responsabilice a mí y
si le genera tranquilidad usted es el responsable o la responsable ya que se
permite sentirse como le de la gana.
Invito a cada ser
humano que quiera libre y espontáneamente coconstruir un mundo donde la
violencia cese y donde su amor propio prolifere de dentro hacia fuera, DETENERSE, ENTENDER Y MEJORAR, será un ejercicio de vida donde cada uno logre dejar de justificar
a quienes en algún momento de nuestras vidas nos agredieron, o culparse por
haber callado u omitido, o porque no hizo algo al respecto.
Permitirse
ubicarse en el aquí y el ahora de sus vidas y regalarse la posibilidad de
perdonarse por haber creído el cuento de victima psicológica
de las circunstancias de la agresión.
El autorizarse a
cerrar las heridas frutos de cualquier agresión sufrida y censurar las
actitudes que las provocaron; dejar en la persona agresora dichas actitudes y
no cargarlas más consigo ni repartirlas a los demás, si se usaron, perdonarse
por repetirlas.
Descubrir que
hoy es la oportunidad de dejar de repetir ese sentimiento que era del pasado y
alejarse del pasado colocándose en una posición distante, eso lo pueden hacer
poniendo el nombre del acto que causo la agresión en una gran piedra y dejarla
en un sitio y alejarse lo suficiente hasta que la pierdan de vista, de ustedes
depende si quieren regresar a cargar esa piedra, pueden colocar la fecha y
demás detalles si así lo consideran, esto no es algo que tiene que ser forzado
o generarse dolor o malestar psicológico, es más un ejercicio de alivio, pueden
hacer los intentos necesarios, dependiendo de cada persona que lo intente,
habrá quienes a la primera lo logren u otros que lo hagan después de muchos
intentos la medida es suya .
Si dejamos de
ser víctimas de nosotros mismos y de los demás vamos dejar de ser victimarios
de nosotros y de los demás, si dejamos de ser víctimas de nuestras creencias y
razones, vamos a dejar de agredir y victimizar a los demás por creer en ideas
diferentes y por pensar en razones distintas a las nuestras, así logramos
devolvernos a nosotros el poder de ser libres y de decidir, si usamos el amor
como emoción primaria y rectora o el miedo y la violencia, para que esto sea
posible solo tenemos que estar dispuestos a abandonar actitudes, sin sentirnos desheredados
de nuestras realidades sociales anteriores.
Vamos a
discrepar con lo que hasta hoy creímos, eso no quiere decir que dejaremos de
amar a quienes nos enseñaron a sufrir y temer o quienes nos violentaron, si es
el amor lo que vamos a cultivar y cosechar; como los agresores más frecuentes
resultan ser nuestros familiares más cercanos en primera instancia, no
perderemos el amor por ellos, vamos a dejar de actuar como muchos de ellos,
pero eso sí, vamos a regalarles y compartirles más amor, ha pero si el vínculo
de cercanía no se construyó por las agresiones vividas, no se sientan obligados
a acercarse a quienes fueron sus agresores, es un compartir a la distancia.
El odio o rencor
hacia los agresores no los perjudica a ellos, sino a nosotros, ellos ni sus
actitudes no merecen eso, el odio y la violencia no desaparece con más odio y
violencia, amor propio que nace de nosotros y que no busca la aceptación o
afirmación de los otros, escribir una reflexión desde su realidad hace más
fácil coconstruir la nueva realidad y si algún día nos podemos encontrar para
contar la experiencia haremos de este un mundo sin violencia y un mundo de amor
con amor para amarnos, cuidarnos sin victimizarnos y respetarnos sin generar
miedo y brindándonos confianza y amor.
Yo también me
creí el cuento de víctima y sostuve el discurso de la violencia como recurso de
defensa para “proteger” la posición de víctima y desperté a
la realidad del amor propio, fui agredido
en mi infancia sexualmente y decidí superar esa realidad coconstruyendo día a
día nuevas realidades de manera consciente y dejando el peso de la asignación
victimizante.
En caso que
quieran alguna aclaración de la propuesta me escriben al mail ginokevi@yahoo.com y si queremos hacer un
grupo global de ex “victimas” o mejor de seres Humanos mejorados que nos repetimos:
nunca más
ni víctimas ni victimarios.
GET
Autor: Gino Escobar Tobar
Contacto con el Autor:
Email: ginokevi@yahoo.com
Twitter: https://twitter.com/GINOBUDISTA
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